sábado, enero 28, 2012

Reencuentro

                                                                        

    la canción mas triste

                      Me he sentado aquí al borde del mes de enero, en el balcón de mi blog. Lo miro con extrañeza porque despierta ecos que proyectan sombras, como de encajería, igual que la luz, del atardecer, que se filtra por entre las ramas de los árboles.
Este blog se me convirtió, de repente, en un eslabón, más, de la cadena de las cosas irreparables. De las cosas desvalijadas, de las que pronto nos apartamos. Un eslabón de ese universo de objetos y palabras inocentes que pronto se convierten en un vientecillo que levanta, suavemente, el polvo y lo impulsa hacia delante, hacia el suelo desierto en el que se convirtió mi talento (sí es que alguna vez lo disfruté)
Siempre aguardando nervioso a que la vida empezara, tras cualquier comentario. Leía un comentario, lo cerraba. Cogía otro y como si de una mandarina se tratara, cortaba la piel con la uña, liberando el aroma agradable e intenso de la vanidad
Esos pensamientos eran como arena que se me escapaba suavemente por entre los dedos. Un puñado tras otro… Dios mío así no se vive.
El recuerdo penetra por las cortinas blancas y deshilachadas de la memoria y su luz llega tamizada por el olvido. Hilvano discusiones que se lleva la brisa y quedan inconclusas. La mención de algunas cosas, como las flores silvestres, endulza el aire, y su resonancia, como las mariposas, pasa revoloteando... Tengo mucha suerte. He podido hacer caso a mi corazón. No todo el mundo tiene esa oportunidad.
Entre tanto, este tiempo de silencio ha cubierto de yeso las grietas del dolor de una época que ahora ya se que a lo sumo quedará como testigo de la realidad que he sido: una palabra rota de un hombre roto.