miércoles, febrero 21, 2007

Pasaba por aquí

Me he sentado aquí enfrente de mis últimos cuarenta años, casi a la vera de mi última primavera, detrás de todos, sin signos que me identifiquen.
El viento seco cuartea las regiones de mi memoria y levanta en remolinos hojas secas en mi pensamiento...
A lo lejos ya veo brillar mis pantalones cortos...
Son los años peores los que por mucho empeño no se recuerdan. De ellos tan solo sabemos que están allí, que irremediablemente están allí, y que jamás vendrán del recuerdo. Solo se recuerda lo que se vive, la infancia no se vive, acaso se pasa por ella sin mucha ilusión que acumular; El recuerdo se duerme y más tarde desaparece, de un día para otro, quizás de una hora para otra. La vida así no hace mellas, no deja recuerdos, a lo sumo olores y sabores que por segundo nos lleva a correr entre manzanas o por la cocina de quien sabe que persona y uno no se esfuerza en más.
Tampoco se aferra a ella, significaría ahogarse bajo el peso de imágenes de palabras presumiblemente nunca vividas, presumiblemente nunca dichas (a nosotros no)....

jueves, febrero 08, 2007

despedidas

La tarde está abantona y gris. Huele a adioses doblados y melancólicos a despedidas inesperadas pero presentidas
No es el momento de contar historia de cuando éramos chicos y jugábamos con agua en las fuentes de los parques. O perseguíamos los tranvías de nuestras calles... O cuando el tiempo (ese tiempo lento de los niños antiguos) nos lo marcaba la sirena de la fábrica de vidrio de nuestro barrio (Además la vida caminaba, entonces, a paso lento). No es el momento de volver la vista a los ojos llenos de los colores de la película que acabábamos de ver, a media tarde, en el Lloréns, el Palacio Central, el Imperial o el Pathè. De correr por las cocinas de nuestras abuelas entre compotas de tomate y croquetas perseguido por una prima pecosa y muy cariñosa, mientras la tía, soltera y virgen nos ofrecía las tortas de aceite que comíamos dándoles la vuelta para que el último bocado fuera la almendra que tenían en el centro.
No es el momento de volver al ultramarino de Manolo (también ultramarinos evoca los puertos lejanos y los puertos tiene nostalgia de adioses) donde el jamón y el vino de la rioja estaban detrás del mostrador de mármol, mientras la tertulia de toros y fútbol, con sabor a bacalao rancio se esquinaban cerca de los sacos de harina y garbanzos. . De allí era el papel de envolver ilustrado con gallinas, para el Savoy que se tomaba la visita, de los sábados por la tarde, mojándolos en leche.....
No debe ser, este, un tiempo para los tristes crónicos, para los melancólicos inciertos. Es el instante de los tiempos acabados, de las despedidas, de a poco, a las cosas que antes nos sonreían, pero no nos hacían felices
Los años van subiendo los peldaños de la vida, tan deprisa, que esta se muestra lejana y difusa; Lo que se intuía como cierto, a veces resulta que no es más que un sueño. A esta edad, todo esto no es más que un juego de adivinanzas sin sentido.
No te vayas a despedir callado, y deshabitado
No descifres en el libro de los silencios porque la esperanza se hace muda y muerta
No digas adióses apagados...