jueves, noviembre 29, 2007

Da pereza

Da pereza en estos días sentarse ante el ordenador y teclear sobre el folio, virtual y en blanco, las cosas que queremos significar: si en nuestra vida no ha pasado nada digno de mención, si no es el saludo afectuoso de los amigos, de paso a casa, desde la barra de un bar, incitándote a tomar una copa de vino, con ademanes que te hacen imposible rechazarla. Cuando te haces con un pedacito de la barra, las voces están cada vez más elevadas y las risas más estridentes. Sin quererlo y sin saberlo, al mirar el reloj, este grita que ya es tarde para llegar y el tiempo de las despedidas se hace sempiterno y uno acaba yéndose como de puntillas y un poco avergonzado.
No son dignos de mención los paseos, que por salud, mas que por gusto, realizo todas las tardes, buscando nuevas rutas que me sorprendan y llenen de sensaciones la obligación que me impuso el médico. Esas tardes llenas de callejuelas (antes con aroma a azar, ahora con olor a humedad y naranjas recias) que se doblan difíciles y desaparecen a cada tres pasos tan silenciosamente que ni advierto el sonido de mis zapatos en el frío y húmedo adoquín. Esos callejones, donde en primavera jugaban los niños y en verano se resguardaban en la desacostumbrada sombra que proyectaban los viejos edificios, ahora, cuando la lluvia, veo correr a los traviesos chiquillos sin paraguas ni protección y los veo de las manos de sus padres tan bien abrigados que ni las caras se les advierten, con sus manos hurgando en los bolsillos en busca de que sé yo.

. Esas plazas con los viejos al sol leyendo el periódico, charlando o mirando furtivamente las piernas de alguna criada que está fumándose un cigarrillo y que con el rabillo del ojo irresponsable busca al niño que se perdió tras la pelota o con el triciclo. Ya no hay militares que la ronden como antes, bueno es que ya no hay soldados calientes por las plazas y jardines de Sevilla. Y las criadas ya no son las que vinieron de los pueblos con esos delantales blancos y limpios. Aquellas que tan cristianamente se persignaban cuando se las sobaban. Ahora ya no hay Isabel, Petra, Carmen, Lucia, Tata y tantos otros nombres allegados a nuestros recuerdos… Ahora abundan las Jennifers, las Julis , las Desis, las Vanes, las… Todas con móviles, todas con vaqueros, cuando noes con ese horrendo uniforme que es el chándal.
No es digno de mención el sentarse en la mesa bien cubierto por las faldas de camilla y el brasero bien caliente, después de venir de la calle con la nariz roja y los ojos lagrimosos por un viento helado. Sentarse y poco a poco coger el libro y recordar donde estabas la última vez. y cómo se llamaba el Medici viejo o el pobre poeta que fue vilmente asesinado en esa conjura sanguinaria de abril. Pasar tus dedos, ya calentados, por el lomo y adivinar las letras que forman el nombre de “La sangre de Abril” Y abrirlo por esas góndolas venecianas que es el separador, ya plastificado (siempre me gustó decir y escribir Bookends),que de principio me traen el calor y el asombro de un agosto de hace ya tanto tiempo en esas lagunas tan lejanas ahora.
No es digno de mención contarles como enrollo el trozo de tapa de cerdo que salí a comprar con este frió, donde Antonio (que me contó que su mujer estaba ya mejor de lo suyo- nunca he sabido que es lo suyo pero debió ser peligrosísimo porque él nunca cierra y durante varios días lo hizo-), suavemente, y como si de llover se tratara, le espolvoreo la pimienta, que al ser blanca y caer desde el armatoste tan alto junto con la sal, parece que nevara sobre la carne. Me gusta refregarla por toda la piel con mis manos y notar las distintas texturas que suavemente acaricio. La deposito con delicadeza sobre la sartén ya caliente con unas cucharaditas de aceite. Espero perseverantemente a que se dore y la confío a una fuente, custodiándola con un poco de manteca y trozos de piña que distribuyo cuidadosamente alrededor de la cinta. Entonces me sirvo un buen Alfonso en el catavinos de mi amigo Ricardo Martín (gran escritor, que me hace protagonista de sus libros). Rebusco por la despensa algo que poder comer y con una liturgia aprendida de mi abuela comienzo a seccionar un buen lomo que traje de Extremadura el pasado fin de semana. Y cuando han pasado unos veinte minutos comparto el Alfonso con la carne. Ahora voy en busca del queso de cabra. (Si Word, ese que es no me dejas escribir bien y que por allí le llaman torta del Casar) que voy untando en tostaditas que meto en el horno, al lado de la bandeja y eso me sirve para darle vueltas y marear la carne mientras van pasando los minutos y su suma es de sesenta. Entonces lo saco y agradezco ese calor que desprende el horno al abrir.
Mimosamente lo encajo en el plato, contorneándolo de trozos de piña y cereza confitadas, que adelantadamente mi hija ha estado asiendo a hurtadillas. Llamar a mis hijos para que se sienten en la mesa para comer el fruto de mi Alfonso, no es digno de mención, pero a mi me llena mucho.
…No hay mucho que contar últimamente que sea digno de mención, pero es que los días pasan sin mucha pretensión y desde los altavoces sólo salen notas tristemente nostalgiosas (ya se que no existe la palabra Word, pero es que a mi me gusta),que hace cada vez mas difícil mirar hacia delante y uno se aferra a lo cotidiano,a lo que hace día a día como el de hoy 30 de noviembre de 2007,final de un mes que pasa sin pena ni gloria en el calendario de mi vida.

lunes, noviembre 05, 2007

Esperarme

Hace unas semanas, rebuscando, en la librería de mi barrio, sobre los anaqueles y por encima de las mesas algún libro que me llamara desde el fondo de su territorio oscuro, me traje para casa “QUATTROCENTO” de Susana Fortes,
Leyendo la carátula comprendí que íbamos a tener un viaje corto en el tiempo. Y así fue.
Me lo bebí saboreando cada palabra.
Estaba muy bien escrito. Hacia tiempo que no leía tan buena literatura.
Pero no quería hablaros de su lenguaje tan vivo y tan sugestivo, tan descriptivo y tan presente, tan lleno de literatura. Queria hablaros del tema que trata, la conjura de abril contra el poder de los Médicis.
Ha sido tanto lo que me ha enganchado que desde entonces me voy tomando libro tras libros succionando todo lo que hay de la familia Médicis y quiero deciros que es una aventura fascinante que me quita tiempo para estar aquí, pero que pronto podré compartir con vosotros
Un abrazo