domingo, abril 28, 2013

Es tan fácil desgarrar un corazón. Es tan difícil cerrar unos ojos

















Relajamiento Marisa Espinosa García



El sol había comenzado a esfumarse y una espesa bruma trepaba por la ladera. Olía a uva y a cosas secretas. Me detuve un instante, mirando hacia atrás, como si la vereda que baja dolorosamente fuera el tiempo.
Te aprendí de memoria y después solamente pude aprender de memoria el mapa de tu recuerdo. Hilvanándolos hubo un tiempo en que me sentí fabricador de la luz que creí que nos rodeaba, de los colores que sombreaba el aire de melancolía. Si me hubieras dejado los ojos un instante… ¡Ay si me los hubieras dejado¡
El tiempo iba, venía y se iba y volvían otra vez. Delante de mí aparecía el alma de las cosas. Así era mi vida. Y aquello regresaría y se iría y regresaría de nuevo. Era una tarea eterna de quererte, de enredarte en los sentimientos. Hasta que llega un momento concreto de un día sin retorno en el que nadie sabe, ni se pregunta el motivo de esta fragilidad. Y nos hacemos añicos de cristales que el viento se encarga de esparcir violentamente como una lluvia de granizo. Ahora solo tengo que recoger los pedazos, los fragmentos rotos que se levantan indecisos al paso de las sonrisas y el silencio
Una fresca y húmeda ráfaga de aire salino arrastra voces muy tenues y lejanas derramándolas como la luz, de color azafrán, de las lámparas al encenderse Me gustaría dejarla ahí para siempre y que esto fuera el resto de la vida.
No se nada de ti. Simplemente dejé de nombrarte en voz alta. Te he esperado y hasta he olvidado el motivo.
Ahora ya se que eres como una herida escritas en los márgenes de la vida diaria
Es tan fácil desgarrar un corazón. Es tan difícil cerrar unos ojos



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