domingo, marzo 14, 2010

HOTEL INTERNACIONAL

Ya se que las cosas no se repiten pero a veces, es inesperado, para sorprenderte, para existir, virar en redondo, aunque sólo sea en el recuerdo y vivir los instantes en los que perdura la satisfacción por haber vivido algo diferente, incomparable. El haberlo encontrado en frente sin buscarlo. Tropezarte con un sentimiento no localizado, descubrir, que inadvertido, se alojan pasiones que no conocías y que dejan huellas indelebles escritas en el alma con la tinta del anhelo, me hace sentir joven, aunque ya se que pasaron, como pasaron fatalmente mis veinte y treinta años y también mis cuarenta. No quiero que se repita pero me hace feliz recordar, con ese fondo musical de acordeones, de tristes acordeones, una época lejana en el tiempo y entumecida en el sueño de la memoria

Paris, “siempre Paris” ¿cómo empezar? Bueno, mi vida tuvo un paréntesis corto pero intenso. Hoy lo he recordado cuando olí un perfume con sugerencias de frutas, de canela, clavo y vainilla. Era un aroma intenso, cuya fragancia nunca puede pasarse por alto y que perdura agradablemente. (Lastima no saber como se llama)Por eso volví la vista atrás con un poco de desgana, como buscando a la persona que rociaba con ese conjunto de olores encerrados en una fragancia cuyo nombre ahora no llego a recordar, pero que me llevo a un tiempo ya inaccesible…

Fue una mañana. Salíamos de la sucia y maloliente estación del metro de Saint-Lazare cargados de una escasa maleta. La niebla cubría como una mortaja la Rue de Vienne Y allí enfrente de nosotros y rodeados de personas que iban y venían se levantaba pomposamente, descascarillado y con un suntuoso nombre el “Hotel Internacional” en donde nos refugiamos durante cuatro días y cuatro noches.

No se como contar esta historia sin golpearme y sin herir a nadie

Arrastrábamos el cansancio y el sueño de la noche anterior en donde nos bebimos el vino de las últimas cepas del viejo Montmartre. Al entrar en la desagradable recepción olvidamos la resaca y el paseo (lleno de frío) perdido por la rivera del Sena de la noche anterior. El ascensor ruidoso nos llevo a la tercera planta, donde sorprendentemente nos esperaba un mozo con el equipaje que nos había recogido en la admisión. Mientras andábamos por entre los largos pasillos con una moqueta decolorada nos mirábamos de reojo, como buscando algún sentido a lo que estábamos haciendo. Una insensatez, originada, seguramente, por el exceso de alcohol y que ahora estaba a punto de concluir en una habitación anodina de un petulante hotel de un barrio del viejo Paris

La habitación estaba medio oscura y eso le daba una sensación de erotismo y pasión. Recorrimos con la vista los primeros rincones que distinguíamos y después de despedir al mozo nos fuimos directamente al mini bar que sólo tenia muestras de champán francés (como no) y que a juzgar por su aspecto estaba caliente.

Abrí la puerta del servicio y al ver la ducha se me apeteció quitarme todo el polvo del día anterior, con lo que comencé a desvestirme y desde allí alcancé el teléfono y pedí a recepción dos desayunos completos. Al volver a la habitación me la encontré mirando por la ventana. Parecía una fotografía en blanco y negro, si no fuera por su pelo rubio. La claridad de la calle entraba a raudales por la ventana, difuminando su hermoso rostro. Cansado, pero hermoso. La miré en silencio y ella no parecía darse cuenta de mi presencia, hasta que abandono su enajenamiento y me regaló una sonrisa. Una hermosa sonrisa, llena de revelaciones. Allí mismo nos besamos hasta que oímos el Tac Tac de la puerta.

Después de desayunar hicimos el amor durante toda la mañana
….
Que bonito es Paris. Pasearse por la rivera del Sena entre viejos libros y postales curiosas. Volver a vivir en el aroma de una ciudad que nunca duerme y es atenta con el visitante, quizás porque toda ella está hecha de los que un día fueron a asombrarse con ella.