domingo, septiembre 07, 2014

Quizás porque los recuerdos necesitan las palabras para serlo y, al revés, porque las palabras, sin nada que nombrar, se borran*

Vincent Van Gogh


Siempre me he sorprendido con las palabras. Con las atónitas  agudas y las espasmódicas  esdrújulas, con las llanas solitarias. Me permiten considerarme  inventor  de las cosas. Digo Sol, océano o mujer y aparece el salitre repartiéndose por los angostos poros de su piel primeriza. Y para mi es una sorpresa, porque está allí  y me está mirando  Y yo, a la vez,  la estoy descubriendo y con adjetivos desconcertantes la estoy envolviendo porque es tan hermosa.
¿Podrías comprender  que no existieran las palabras Ilusión Confianza Ánimo?  Imagínate que no estuvieran allí  para ofrecérselas a  nuestros hijos, cuando comienzan a despedirse en esa estación  y hacerse más pequeños a medida que se van alejando
 La magia de las hojas cayendo de los árboles  sin que  la ventisca las arranque. La tarde soplando sobre su pelo  que huele a  lavanda y a tierra húmeda y sobre todo a mujer. ¿Cómo explicarlo? El golpeteo del viento frío de enero  en los cristales de la ventana. El castañetear de la cigüeña en los campanarios. El aire malva del atardecer mientras se espera a que la tarde acabe de desaparecer sin entretenerse demasiado.  Dime, ¿cómo? La vida nos regala la lengua y hasta maestros para enseñarnos a manejarla con destreza. Para vincularnos a las personas incluso a las que ya ni están.
Estas palabras que reponen la existencia que devuelve el ayer, Son necesarias conocerlas para que sean, para que perduren
Las palabras llenan la vida de presencias invisibles. Si no entonces cómo explicar los sabores y olores primarios de los sorbos cortos del vino. De los besos que besan unos besos. Cómo explicar el color a miel que tienen los atardeceres en Cazulilla mientras se filtran, como rayos de luz, por entre las copas de los árboles, el sonido de las campanas. Cómo revelar cuando nos viene  a la memoria una ráfaga de aire cálido que trae aromas de salvia y menta. Y el sol detenido en el aire que siempre había sido el perfume del verano. Cómo expresar el olor a agujas de pino que aun tengo fresco en la memoria y Viajarte  hasta agotar los mapas de tu cuerpo. 
Palabras que nombran colores y olores; eso que todo el mundo llama vida
Sin esas palabras la vida  se convierte en esos  instantes que se van perdiendo en la memoria, como el verano que termina. Cada palabra es un triunfo.
Y soy feliz por esas palabras  profundas  que inventan  y acercan cada escondrijo del universo,  arrebatando sentimientos que se aferran a  nuestra alma. Esas palabras que no se desgastan por el uso.
Para mi la lengua es un asombro y una  maravilla, que amo.  Por eso escribo como contribución a algo que amo.

 Las lágrimas de San Lorenzo Julio Llamazares (Alfaguara Editorial)