martes, enero 13, 2009

Catálogo para una despedida




Vincent van Gogh. Fishing Boats on the Beach.













Cuando uno se va se mueren las cosas (que han vivido con nosotros).
El lastimero tañido de la campana de bronce que aflora al roce de las llaves que se abandonan, descuidadamente sobre la mesa de la entrada. Las pisadas rápidas sobre el parqué y el murmullo de un beso En el silencio de la noche oyes el goteo del grifo o el tic- tac del reloj (que se resiste a no ser digital), las voces venidas de lejos (de detrás de la pared) de un vecino, o el rugir nocturno del camión de la basura, que a pesar de ser las tres de la mañana pita al coche mal aparcado. Simon and Garfunkel atrapados en el concierto de Roma (31 de Julio del 2004) marcando la banda sonora de mi vida
Cuando uno se va se mueren las cosas. El suave perfume del suavizante de la lavadora. La agradable fragancia de una cabeza recién duchada. El ligero aroma de unos claveles recién traídos de Cazulilla en el florero. (Para que huelan Manuel le coloca, en las raíces clavos de olor de especias cuando los planta).
Cuando uno se va se mueren las cosas. El blanco de las molduras de escayola que hace cuarterones en la paredes albero.
La luz del océano que traslada el Guadalquivir entra por el ventanal trayendo saludos lejanos que se sientan cómodamente en la cretona listada del sofá, donde tanta vida hay al pairo de una camilla y desde allí escudriña los anaqueles oscuros en busca del Lobo estepario, de Paula, del Navegante de Contraluz*… (María Moliner ha envejecido tan mal que su hermano menor se abre paso a empujones)
El espejo sobre el aparador ya no devuelve imagen alguna.
Los visillos por los que se cuela la tarde,(hoy tan fría y triste) mientras se secan las cucharillas de café y el humo de los cigarrillos hace columnas que ascienden desde el cenicero a los ojuelos de las cortinas por donde pasan los rieles
Los barcos de madera a punto de zarpar en este río que se va a la mar tan pronto.
los corales de Sudáfrica…
La torre Eiffel asomándose a las pirámides y al camino entre cañas de un atardecer en blanco y negro de Mazagón. Las calles del Cáceres antiguo en cuyas esquinas se encajan la bicicleta o el ventanal, la lona de una caseta de la feria de abril. Los faros… Los faros… Incluso la sonrisa de una niña que ya ha dejado de serlo
La arena de isla negra sosteniendo en el tiesto de cristal las altas varas verdes de juncos y las conchas de tantas playas. En la vasija, el poto verde de hojas verdes gigante
En los últimos instantes del crepúsculo, las lámparas tiznan de sombras el techo blanco arrojando sombras sobre la biblioteca. Entonces el mar que cuelga que color tan distinto tiene

Es la vida que pasa y que no pregunta por nosotros porque ya nos hemos ido o porque ya no existimos. La puñetera , que pronto olvida, aunque savia nuestra lleve.
*Contraluz es un libro de Ricardo Martín Reina de la editorial Sarria