jueves, octubre 22, 2015

Parece que siempre hago las cosas a destiempo y nunca doy con el instante preciso.

Venía de tan atrás... Hacía tantísimos años que no oía esta melodía, que en aquel tiempo supuso tu nombre, que me arañó el alma. Entonces me  apoyé en el tronco inclinado de  la memoria y volví a cerrar los ojos para ser otra vez yo con quince años, para vernos de nuevo a los dos andando mientras en la calle hay un silencio  absorbente. No se mueve, a nuestro lado, ni personas, ni automóviles. En el cielo claro de la tarde de mayo no hay pájaros. Es como entrar directamente en la boca del pasado.
Tu pelo rubio era una melena corta y ahuecada con las puntas hacia arriba No podría decir cómo eran tus ojos aunque recuerdo que me gustaban cuando me miraban. Tu cara si sería capaz de reconocerla, después de tantos años. Eras guapa, y cuando sonreías lo eras aun más. Me vienen a la memoria tus  labios, tan suaves. Indecisos entre la sonrisa y el silencio, pero para serte sincero no podría decirte gran cosa de ellos ahora.
Siempre sentía ganas de acariciarte y ese pensamiento me ponía los nervios a flor de piel. Ya sabes esas mariposas que  hormiguean en las paredes del estómago 
Era agradable estar contigo. Eras muy diferente a las niñas que entonces conocía. Muy diferente. Me encantabas cuando sonreías y enredabas  un mechón de pelo en tu dedo, mientras me mirabas de esa forma tan persuasiva. Si me hubieras podido  dejar los ojos un instante seguro que me hubiera visto  con esa cara de sorpresa que me sube cuando soy feliz. Si te hubiera podido robar la palabra quizás te  hubiera descrito cómo me hacías sentirme de lleno
Y una tarde nos estrechamos largamente, con fuerzas y yo aspiré el olor a hierba húmeda y musgo que tenia tu cuello. (Entonces leía mucho a Neruda, así que el recuerdo que perdura de tu fragancia es esa ¿Podrás perdonarme?)
Tus manos, grandes para mi costumbre eran eternas en esas escasas tardes que jugamos a descubrirnos.
A decir verdad, para no tener no tuvimos ninguna historia que sea digna de recordar, nada que pueda, ahora, con el paso del tiempo, volverse,  como esquirlas. Aquello tan solo puede levantar la escayola, el  yeso del recuerdo, de ese inesperado recuerdo, dejando al aire momentos y personas  que traen nostalgia. No hay vencedores ni vencidos. Villanos o heroes
Fueron escasos días. Por entonces yo estaba interno y muy lejos de aquí. A veces venia los fines de semana, a veces…Pero recuerdo que de los pocos que vine hubo algunos que, al igual que hoy al encontrarte en facebook , me hicieron felices.
Quizás, bueno quizás no, seguramente, no te acuerdes de entonces,  ni me recuerdes. A lo mejor ni  trates de esforzarte en escarbar en tu memoria para que afloren aquellos escasos  días de cuando teníamos quince años, (tú tenias catorce, o a lo mejor yo dieciséis y tú uno menos, vete tú a saber ahora)
Cuarenta años más tarde no me  he vuelto  joven, otra vez, pero me ha hecho feliz.
Solo era eso para una tarde sin muchas prisas y con algunas huellas venidas de ese tiempo que ahora, se asemeja a una tarde gris de un domingo cualquiera
E. Hooper 



domingo, septiembre 06, 2015

“…Si tú me olvidas yo te olvidaré hasta el día que tú regreses…”*

  *De la canción “Sodade” de Cesária Évora      

    
Hay geografías  de las que uno  no  puede dejar de enamorarse y hay mujeres a las que  uno no  puede dejar de desear. Por eso ayer al pensar en Portugal, los recuerdos tenían un color sepia, y su tiempo era lento y secuencial, como las olas de este septiembre  ¿Recuerdas la Alfama, allá por Lisboa? Días de vagabundeo al mediodía por esas calles tristes bajo las sábanas colgadas de las cuerdas que se trababan entre los balcones llenos de macetas de colores  y mujeres asomadas cuchicheando mientras  los dos íbamos cogidos de la mano, inventando  el aire, la luz, los colores los sabores y los olores de los besos que en cada callejón, en cada escalera se nos quedaron prendidos. Tan prendidos, que ni siquiera hoy han logrado marcharse

La Alfama… Tardes de siestas, no tan descansadas y libros amarillos. De tranvías amarillos en los que subíamos hasta lo alto de  la colina de San Jorge  a trepar  por las murallas del Castelo de São Jorge. Lisboa estaba preciosa. Después bajábamos hasta el estuario para pasear  por entre los soportales de la Praça do Comércio, mientras el Tajo escondía los últimos peldaños de sus  escaleras y las gaviotas nos sobrevolaban. Enseguida más besos mientras recorríamos  las librerías del viejo Chiado 
Me viene a la memoria, como un regalo,  el café a Brasileira y tú haciendo muecas   muy seria al lado de la estatua de Pesoa. Mientras ríes tu cabeza se mueve suavemente rozándome el rostro con tus cabellos. Algunas fotografías guardo de esos días. ¡ Qué hermosa estabas.  Tenías una cara con mucha sonrisa, a veces, mostrabas todos tus dientes

Afuera las luces de la calle comenzaban a encenderse proyectando su haz triangular sobre los adoquines. Ya empezaba a caer el ocaso y las sombras se alargaban proyectadas en la pared. El cielo iba pasando de un amarillo ocre a un color miel que suaviza la tarde ante la caída definitiva del sol 

La Alfama de noche ¿La recuerdas?  Los dos bailando hasta  última hora en los viejos almacenes de ultramarinos reconvertidos en pubs nocturnos. Muy al fondo el mar, que sólo se percibía  como un perfume remoto de Asia. Cesaria Evora, Mayra Andrade… Música caboverdiana suave y los dos muy pegados  y mirándonos en silencio y sonriéndonos. Al fondo Cesaria Evora con su eterno cigarrillo  y su  Sodade “…Si tú me olvidas yo te olvidaré hasta el día que tú regreses.” Era la música que estaba entre tus dedos y mi pecho, entre mis manos  y tu culo.
Y ahora no podría explicar como pudimos subir la escalinata del Hotel York House  con los zapatos en las manos y entrar en esa habitación amarilla mientras tu lengua con sabor a vino escudriñaba dentro de mi boca y tus dos manos apresaban mi cabeza. ..El caer de tu ropa sobre la alfombra… Después tus pezones pequeños pero tan duros…Mi mano izquierda alborotando tu pelo…Tu sexo era quizás el lugar más dulce del mundo. El recuerdo de mis pasos en tu piel…

El crepúsculo tiene esa luz, siempre a punto de fugarse. Por eso es frágil, por eso es quebradizo.  “No te creas las cosas dichas con esa luz” te avisé  mientras abriste  desatinadamente los ojos, como aquel que inicia una ceremonia de despedidas y allí creo que algo se rompió en la marcha de los días.  Allí, creo que  acabó todo. Yo cerré los ojos y volví a escuchar las campanas de las iglesias de la Alfama que se filtraban, como rayos de luz, por entre las blancas sabanas de nuestra habitación amarilla.