miércoles, diciembre 08, 2010

Porque ocho meses de silencios son muchos y porque la lluvia de esta tarde me entristece el alma

Miguel A. Beltran S. lluvia en venezia
Cuando somos frágiles nos resquebrajamos como las hojas secas que se entremezcla con el aroma de la resina del pinar y el viento nos lleva de aquí para allá, golpeándonos con los salientes, sin un asidero donde sentarnos a llorar.


Cuando somos desdichados pintamos las palabras con silencios que pudren el alma

Cuando somos débiles nos rompemos en mil pedazos como una copa fina, lisa y transparente que alberga un buen vino y nos perdemos en mil rincones y bajo los sillones y aparadores donde nadie le da por mirar. Entonces desde allí contemplamos al mundo que con nosotros, destrozados, gira sin miramientos.

Mi vida, ahora, en nada se parece a la casa de mi infancia; Entonces había oportunidades de que alguien pudiera entrar por la puerta, en cualquier momento Ahora ya se que no hay ninguna posibilidad, que se ha esfumado el espíritu mismo de la casa.

Ya comienza a caer el ocaso y las sombras se alargan proyectadas en la pared…

Sólo era eso, sólo eso para esta tarde de ocho de diciembre y ahora la luz se difumina y desaparece...

jueves, mayo 27, 2010

*Besos brujos I (Escrito desde la inexperiencia)




Debra Hurd

































Ella sabia que para bailar se necesita, solamente, amar la vida, porque el tango es vida. Una vida que dura tres minutos escasos. Lo descubrió esa aburrida tarde de lluvia sentada frente a la televisión. Sintió ese placer infinito que suponía bailarlo. Más tarde percibió las alegrías que permanecían en su alma tras una noche de milonga. Ahora eran el entusiasmo y las ganas de volver a sentirse mujer. Sus hombros se desnudaron más sutilmente y su escote se acentuó revelando más hermoso el nacimiento de sus pechos. Era la magia del tango la que le acarició el oído dándole vida y haciéndola elegante. La que le permitió sentirse bella cuando hacía la pisada o el intento, erótica cuando el abrazo y la demarcación.
Ahora estaba allí. En ese punto alto desde donde veía ese tiempo sin ritmo que había sido su vida. Había sido un camino duro: La academia dos veces por semana, las clases particulares y las idas y venidas a las milongas donde podía dejar a su hija correteando entre los participantes. Y así dos años seguidos. Se había entregado de tal manera que olvidó muchas cosas. Pero ahora no miraba, ya, al antes, había descubierto que, nada de atrás le enriquecía tanto como ese futuro que se le abría delante. Ese futuro que tenia mucho que ver con “…ahora salgo del 2. Entro al 8 atrás con una parada y hago una mordida saliendo del 8 por delante…” y nada con aciagas tardes pueblerinas llenas de aburrimientos y bostezos del alma, de entradas nocturnas algunos sábados y todos sin besos que recibir.
Londres tenía un encanto especial esa semana. Mayo le daba un aspecto aun más espectacular. A pesar de la nube volcánica el sol brillaba en un cielo increíblemente despejado y todo incitaba a salir a la calle, donde un torrente de luz y color transfería una explosión de sensaciones.
Dentro de dos horas Alberto pasaría a buscarla para ir al duodécimo Festival Internacional de Tango en Londres. Estarían en los alrededores de la pista escudriñando, nerviosos todos los gestos de las parejas. Pero eso era dentro de dos horas, ahora, aún podía meterse en el baño caliente que se había preparado para calmarse. Se desnudo despacio, arrojando la ropa descuidadamente al suelo y, reconociéndose en el espejo, se metió en el agua cubriendo todo el cuerpo y la cabeza. Siempre le había gustado esa inmersión que concluía cuando oía su corazón retumbando. Entonces emergía con violencia de entre el agua arrojando una gran cantidad al suelo en el vaivén.
Flotaba en el agua como flotaba el recuerdo de la noche anterior cuando después de la cena y de las botellas de Lambrusco tomó a Alberto a las puertas de su habitación en un abrazo que impedía que la luz mortecina del pasillo atravesara sus cuerpos. Ella no se engancho, simplemente se acomodó fundiéndose de tal modo que se sintió una No se anticipaba y no se sujetaba cuando él se separaba a tomar fuerza y, como buena bailarina milonguera, no se apartaba ni lo desestabilizaba. Buscaba su mensaje en el pecho. Lo mejor de su situación era que ya no se detenía a especular sobre lo que estaba haciendo. Solamente sentía. Redescubría su cuerpo a cada instante sin sonrojarse y sin preocuparse de no reconocerse en esa situación.
Su vida era como un tango. Por eso esperaba para lanzarse a que la música estuviera al comienzo de una estrofa. Sabía que era el paso más firme y desde allí podía espaciar los movimientos aprovechando las pausas para recuperar su espacio vital y volver sin urgencias a pisar en esos tiempos fuertes y no meterse en los contratiempos sino al comienzo del compás. En esos dos años, había aprendido, que la entrega era suavidad, querencia. Era distensión. Pero hacia tiempo que ya no dejaba hacer al hombre en su vida. Era, ahora, ella quien marcaba. Quien elegía y sobre todo quien poseía y arrojaba de su vida con la misma premura que siempre utilizaron con ella o alargando la relación como se alarga la cuerda de la guitarra en espera de cualquier impulso para vibrar. Había transformado su vida en un tango. Pero sobre todo ahora era feliz
El espejo de la enorme habitación del London Paddington Hotel envuelto en el vaho no podía reflejaba su felicidad, pero cuando ella pasó la mano para limpiarlo vio como sonreía desde lo mas profundo de su alma. Era ella, satisfecha y en espera del comienzo del compás para volver a meterse esa noche de nuevo en el baile como colofón a su estancia en el festival Internacional de Tango en Londres. Pero quizás eso era lo que menos le interesaba ahora.



* Es el nombre de un tango que hizo famoso Libertad Lamarque. Esta compuesto por Alfredo Malerba / Rodolfo Sciammarella

jueves, abril 15, 2010

Gotas de lluvia

Miguel A. Beltran S. lluvia en londres










La habitación estaba a oscura, salvo la lámpara de pie que se encontraba al lado de la puerta y que tristemente proyectaba una monótona luz de color impreciso y en forma de columna. La lluvia zarandeaba iracundamente las diminutas aldabas que golpeaban los cuarterones de las ventanas de la habitación del hotel Claridge's

Y sin volverse, se dirigió a sentarse delante del escritorio, depositando las bolsas en el suelo y la gabardina sobre el sillón y encendió la lámpara para enfrentarse con más claridad a su trasformación, delante de ese espejo que ahora le devolvía, con una desanimada veracidad, en lo que se había convertido, en lo que se había reinventado. Ahora que ya no tenía esa presencia cercana en la que tener que confiar porque se había desfigurado esa tarde en la que descubrió que la vida es como gotas de lluvias, a la carrera, que zigzaguean, descienden, se elevan, entretejen sus caminos, fantasean y se desvanecen como las lagrimas que vuelven una y otra vez a precipitarse por nuestras vidas como ríos en las mejillas.
Esa apagada mañana mientras paseaba, bajo la lluvia mortecina por Regent Street y Great Marlborough Street, muy cerca de Picadilly Circus , le adelantó una pareja. Estaba segura, o al menos, lo estaba en esa mustia mañana, que fingían quererse. Sus miradas no se encontraron durante el tiempo que pasearon distraídamente delante de ella. No hubo roce fortuito ni consentido. Él vestía un traje que le venía grande y ella llevaba un gesto hosco en la cara. A punto estuvo de preguntarle si fingían. Sí se vigilaban en las noches de lluvia, llorando, a escondidas, sus desdichas. A punto estuvo de pararlos para sonsacarles quién de los dos seria el primero en desear morir, como mueren las gotas de lluvia, para ahorrarse un sufrimiento.
Le vino a la memoria la última conversación que sostuvo esa ya lejana tarde. Se estuvo viendo por un momento delante de la taza humeante de café en aquel restaurante donde se dijeron adiós.
- “Nos empeñamos en enamorarnos de las personas, sin percatarnos que lo que realmente nos conquista es la circunstancia y como las gotas de lluvia que corren por el cristal, a veces cruzan sus caminos aunque nos cueste aceptar que deben separarse porque es ley de vida.
Un día descubrimos que nuestra circunstancia ya no nos atrae, que ya no nos dice nada y entonces golpeamos los cristales de la ventana ,como gotas de lluvia, esperanzados en que alguien nos oiga y nos sostenga en esa carrera desesperada hacia la muerte en que se convierte la vida junto a otra persona a la que ya no queremos.”
-Debe ser eso -Comentó él sin apenas mirarla cuando se levantaba para marcharse.

Comenzó a desabrocharse los zapatos rojos que había comprado en Mulberry y después de quitarse las medias, con las manos intentó darse un masaje bajando su mano, que abarcaba toda la redondez de su pierna, desde la rodilla a la planta del pie, con un movimiento continuo, de arriba a bajo. Una y otra vez, de arriba a bajo… De arriba abajo… La otra mano se la llevo a la botonadura de su camisa azul y se fue desabrochando torpemente los primeros botones que dejaban asomar el comienzo de unos encajes blancos sobre unos pechos, que pugnaban con ahínco por salir.


Allí estaba absorta, mirándose sin verse porque estaba a muchas horas de ese triste espejo que la contemplaba.
De repente un rictus en su rostro le trajo de más allá del tiempo y se levantó rápidamente dirigiendo sus pasos hacia el sillón donde había depositado su bolso. Lo abrió y extrajo el teléfono móvil y con rapidez, volvió de nuevo al escritorio donde destapó la carcasa roja y buscando la mejor luz comenzó a moverse al tiempo que marcaba un número de forma compulsiva.


En el otro lado Leonard Cohen y su Dancing to the End of Love creciente comenzó a sonar entremezclado con los sonidos de Hey There Delilah. Apartó la vista de la pantalla del ordenador buscando con la mirada de dónde surgía esa musiquilla. Al encontrar el causante de haberle roto su concentración vio que era ella y deslizó suavemente la tapa del móvil hacia arriba Leonard calló repentinamente
- Yo no voy mirando por la calle a las personas y menos se me ocurriría preguntarle esas cosas
- y ¿por qué no?
- Pablo ¿conoces esos sitios? ¿Has estado alguna vez? Estoy viendo en Internet ese hotel y nunca he estado en algo parecido… Oye ¿estas allí?
- Si, si que estoy. Quería oírte. Hacia tiempo que no te oía.
- Pues coge el teléfono y llámame. No me hagas andar por sitios que no conozco y que no me gustan, como esas frases que ¿de dónde la sacas?
- ¿No te gusta lo que he escrito?
- No me gusta que me hagas decir esas cosas y menos que las uses para una separación. Esa tarde no dije eso.
- y ¿qué más da? ¿Qué más da Isabel? - Y le colgó inesperadamente. Al momento Leonard Cohen comenzó a sonar. Realmente se llevo toda la tarde de ese quince de Abril del dos mil diez cantando
-Debe ser eso. Debe ser eso- Repitió mientras apagaba el teléfono y se marchaba a la calle a recordar, esa ya lejana tarde de su última conversación.
De modo que resolvió de la manera más razonable, la única posible, sin que crujieran las cuadernas de su relación, la situación

domingo, marzo 14, 2010

HOTEL INTERNACIONAL

Ya se que las cosas no se repiten pero a veces, es inesperado, para sorprenderte, para existir, virar en redondo, aunque sólo sea en el recuerdo y vivir los instantes en los que perdura la satisfacción por haber vivido algo diferente, incomparable. El haberlo encontrado en frente sin buscarlo. Tropezarte con un sentimiento no localizado, descubrir, que inadvertido, se alojan pasiones que no conocías y que dejan huellas indelebles escritas en el alma con la tinta del anhelo, me hace sentir joven, aunque ya se que pasaron, como pasaron fatalmente mis veinte y treinta años y también mis cuarenta. No quiero que se repita pero me hace feliz recordar, con ese fondo musical de acordeones, de tristes acordeones, una época lejana en el tiempo y entumecida en el sueño de la memoria

Paris, “siempre Paris” ¿cómo empezar? Bueno, mi vida tuvo un paréntesis corto pero intenso. Hoy lo he recordado cuando olí un perfume con sugerencias de frutas, de canela, clavo y vainilla. Era un aroma intenso, cuya fragancia nunca puede pasarse por alto y que perdura agradablemente. (Lastima no saber como se llama)Por eso volví la vista atrás con un poco de desgana, como buscando a la persona que rociaba con ese conjunto de olores encerrados en una fragancia cuyo nombre ahora no llego a recordar, pero que me llevo a un tiempo ya inaccesible…

Fue una mañana. Salíamos de la sucia y maloliente estación del metro de Saint-Lazare cargados de una escasa maleta. La niebla cubría como una mortaja la Rue de Vienne Y allí enfrente de nosotros y rodeados de personas que iban y venían se levantaba pomposamente, descascarillado y con un suntuoso nombre el “Hotel Internacional” en donde nos refugiamos durante cuatro días y cuatro noches.

No se como contar esta historia sin golpearme y sin herir a nadie

Arrastrábamos el cansancio y el sueño de la noche anterior en donde nos bebimos el vino de las últimas cepas del viejo Montmartre. Al entrar en la desagradable recepción olvidamos la resaca y el paseo (lleno de frío) perdido por la rivera del Sena de la noche anterior. El ascensor ruidoso nos llevo a la tercera planta, donde sorprendentemente nos esperaba un mozo con el equipaje que nos había recogido en la admisión. Mientras andábamos por entre los largos pasillos con una moqueta decolorada nos mirábamos de reojo, como buscando algún sentido a lo que estábamos haciendo. Una insensatez, originada, seguramente, por el exceso de alcohol y que ahora estaba a punto de concluir en una habitación anodina de un petulante hotel de un barrio del viejo Paris

La habitación estaba medio oscura y eso le daba una sensación de erotismo y pasión. Recorrimos con la vista los primeros rincones que distinguíamos y después de despedir al mozo nos fuimos directamente al mini bar que sólo tenia muestras de champán francés (como no) y que a juzgar por su aspecto estaba caliente.

Abrí la puerta del servicio y al ver la ducha se me apeteció quitarme todo el polvo del día anterior, con lo que comencé a desvestirme y desde allí alcancé el teléfono y pedí a recepción dos desayunos completos. Al volver a la habitación me la encontré mirando por la ventana. Parecía una fotografía en blanco y negro, si no fuera por su pelo rubio. La claridad de la calle entraba a raudales por la ventana, difuminando su hermoso rostro. Cansado, pero hermoso. La miré en silencio y ella no parecía darse cuenta de mi presencia, hasta que abandono su enajenamiento y me regaló una sonrisa. Una hermosa sonrisa, llena de revelaciones. Allí mismo nos besamos hasta que oímos el Tac Tac de la puerta.

Después de desayunar hicimos el amor durante toda la mañana
….
Que bonito es Paris. Pasearse por la rivera del Sena entre viejos libros y postales curiosas. Volver a vivir en el aroma de una ciudad que nunca duerme y es atenta con el visitante, quizás porque toda ella está hecha de los que un día fueron a asombrarse con ella.

sábado, febrero 20, 2010

He hecho un intermedio en mis pedazos rotos del alma porque me gusta la aventura de Rebeca en su blog http://unapartedelmundo.blogspot.com/ (también conocido por “Cosas que nunca te dije”) y espero que vayáis al sitio,

( "Un contrato sobre el escritorio")Intermedio en Pedazos rotos del alma, para hacer los debereres para Rebeca

Siempre le había molestado llegar tarde. Y hoy llegaba tarde. Y además sin remedio.

El coche bloqueando la salida de aparcamiento, los pitidos irreverentes e incomprensibles le estaban dando dolor de cabeza. A su lado su hija hablaba con voz monótona y relativamente baja. Tan baja que se perdía en el ruido irritante de las bocinas destemplada de los conductores desesperados.

Cuando por fin pudo salir, después de un tiempo que le pareció una eternidad dilatadísima se encontró con que ya no llegaba a tiempo y que no le esperarían. ¿Cómo iban a esperar a una persona que no era capaz de llegar puntual? Para colmo de males comenzó a llover. Al principio lentamente y a medida que avanzaban los escasos metros por las calles lo hacia con mas intensidad. Hasta que en un momento la violencia del agua era tal que le impedía continuar de forma segura. Pero allí era donde él se crecía; Esas situaciones que sacaban de él su lado mas animal. Ese lado que abrían sus pupilas desmesuradamente y cabían en ella todo el mundo con sus calles Sus oídos se afinaban y el caer de una aguja al suelo le hacia volver la cabeza. Y perdía por entero el carácter sereno que siempre tenia y su irascibilidad al volante le convertían en un autentico peligro. Pero en ese momento no cambió nada en él. Seguía pensando en que llegaba tarde. Su hija al lado le hablaba con un hilo de voz incapaz de que él lo percibiera.

Miró su reloj de muñeca y volvió a repetir por quincuagésima vez, en esa mañana, el gesto incrédulo de ratificar la hora en el reloj del coche cuando pasó por el poste publicitario que marcaba las horas y la temperatura. No podía creerlo pero le había arrebatado cinco minutos a las tres últimas calles antes de desembocar en la gran avenida que estaba vacía, a esas horas. Le faltaban algunas calles para llegar al destino. El destino que esa mañana podría cambiar su vida y la de los suyos

En el asiento de al lado su hija le miraba a la cara tratando que él le escuchara, pero su voz seguía siendo tristemente silenciosa angustiosamente muda.

Cuando pasó, maldiciendo, por delante de la puerta del edificio, descubrió con gran pesar que el parking quedaba en el otro lado de la avenida y que llegar a él le iba a retrasar, de no tomar de inmediato la determinación de dar un volantazo y cruzar la mediana de forma resuelta. Miro a todos los lados que pudo y de nuevo repitió el gesto incrédulo de ratificar la hora. Aun podía llegar a tiempo. Adelantó, temerariamente, a otro vehiculo para meterse el primero en el parking. Bajo la ventanilla velozmente y saco la mano para retirar el recibo y un sudor frío le corrió por la espalda cuando leyó en el neón la palabra “completo” en un flash que iba y venia como las agujas que se clavaban en su cabeza. Las dos llevaban el mismo ritmo irse y venirse. Ya no podía hacer nada.

Siempre le había molestado llegar tarde. Y hoy llegaba tarde. Y a demás sin remedio.

Su vida ya no podría cambiar porque ellos no le esperarían en esos escasos doscientos metros que separaban su coche del despacho en donde cambiaria su vida.

Miró al lado y se encontró con la cara pecosa de su hija, Observó que entre los matojos de su pelo zanahoria había un hilillo blanco que salía de sus orejas. Estiró su mano para acariciarle la cabeza en ese actitud tierna de siempre y le quitó el auricular que estaba dentro de su oído.
-¡Qué susto papa¡
- ¿Por qué hijita?
- Llevas desde que salimos de casa sin oírme.
- Y ¿qué me decías?
De repente vio que se apagaba el letrero luminoso y avanzó rápidamente convirtiendo la voz de su hija en un sonido sin sentido.
Le llevo un buen tiempo encontrar la plaza libre, mientras mirar con el rabillo del ojo la consola central donde el reloj marcaba las 11 de la mañana y sonaban unos pitidos anunciándolas.
No le dio tiempo a cerrar el coche cuando apretaba con insistencia todas las flechas de la botonadura del ascensor y su hija se le acercaba con las llaves en las manos y en la cara una mueca de desconfiada.
Al cerrarse la puerta del elevador aprovecho que su cuerpo pasaba al lado del de su hija y se aproximo cogiéndole la cara entre sus manos, como tantas veces hacia, y le beso.
Papa ya está bien atiéndeme¡ Resonó en el silencio que se había instaurado entre los dos desde que esa mañana salieran rápidamente de casa
- Si hijita ya te puedo atender como mi princesa se merece.
- Llevo todo el camino preguntándote
- Hijita lo siento, ya se que te tenia que prestar atención pero es que ya sabes que no me gusta llegar tarde y esta cita es muy importante no solo para mi, también para todos nosotros.
- De eso quería hablarte papa.

Sonó un Pin Pin y la puerta se abrió lentamente dejando ver un gran vestíbulo donde en unas de sus paredes laterales estaban escritas con letras de oro “Producto Pecas S.L. “., Pero ante su asombro no vio a nadie. Estaba vacío. Miro con aspaviento de izquierda a derecha y comprobó con angustia que no había nadie. Miro a su hija
-…Rafael Candau, presidente de Producto Peca pasó anoche por casa y te dejo sobre el escritorio un contrato para que lo firmaras.
Miró su reloj en un tic grotesco y miró a su hija de nuevo
- Y ¿por qué no me has dicho nada?
- Desde que salimos de casa te lo estoy intentando decir….
-¿Pero por qué no me has cortado?
-Papa ¡cómo eres¡ Antes de meterme en el coche te decía que era domingo


- ¿Domingo? Se sentó riéndose en el suelo y repitiendo con la voz cada vez más quebrantada ¿Domingo?.......

sábado, enero 23, 2010

Pedazos rotos del alma IV

Niñas con el barreño(Max LIEBERMANN)





En las tardes lluviosas, cuando la oscuridad robaba al día la claridad, todo el tiempo, nos sentábamos en el alto palomar vacío, chupando palodú y cañas de azúcar escuchando el caer del agua Al principio solo era ruido, ruido de agua. Rumor suave que chocaba en las piedras del jardín de abajo y que levantaba ecos que detonaban entre las tristes paredes blancas del palomar. De súbito, más agua, con furia y sin freno entretenía las tardes de dos niñas que se miraban de refilón y sentían una sensación de vértigo como si se trataran de empujar a un mundo desconocido y lleno de incertidumbres.

Nos conocíamos muy bien pero Casilda jugaba a ser una desconocida. Incluso me ignoraba con ese dolor que se cuela entre las costilla para residir en las entrañas del alma. Allí mismo, me hubiera empujado al vacío, sin vacilar un momento y a la vez se hubiera arrojado ella primero para no tener ese pensamiento

Ahora que pienso en ello, en esta tarde lluviosa, en el aire suena las notas de un adagio pintando el momento con una pegajosa languidez que se engancha a mi ánimo como la humedad de esas tierras.
Fuera, la niebla oculta las últimas casas y se prende a jirones a los árboles como fantasmas de un bosque siempre mustio
El adagio terminó hace rato y yo no puedo dejar de pensar en Casilda cincuenta años mas tarde. Y eb preguntarme cuando fue que  se rompió el fino hilo de complicidad, tan delgado pero tan intenso que siempre nos había unido.