Esos instantes robados a la hermosura
Salí
tan demasiado temprano que en la calle solamente había los personajes de la
noche parisina. Las putas cada vez más cansadas y menos vestidas. La humedad pintarrajeaba
la tristeza en sus caras, mientras seguían mis pasos, con casi ninguna esperanza,
desde los jardines, frente al impersonal ”Goldhotel”,
bajo el frio y junto los castaños de
indias. Una nube gris cubría como una mortaja el Boulevard de Clichy. En el otro lado a penas
se distinguían las luces del Moulin rouge.
De
nuevo vago sin rumbo por unas calles, que
tuvieron un tiempo en mi historia. Un tiempo desnivelado, con una sola
situación, con una sola posición de verlo, con un solo rincón para vivirlo
Entonces
no teníamos años. Los muslos separados, guiñando un ojo. La lengua entre sus
dientes. Mis dientes en sus mejillas y
mi mano izquierda alborotando su pelo mojado. Los pezones pequeños pero tan
duros. Pasaba ella con el torso desnudo y le vi el alma. Su
cuerpo, mi tierra. El recuerdo de mis pasos en su piel. Su olor .Mi secreto.
No,
no puedo omitir ningún fragmento de aquellos
instantes mágicos. Los guardé para
siempre, idénticos. Necesité guardarlo igual que fueron, para cuando esa emoción se fuera. Sabía que invariablemente lo haría. Solo quería volver a
esa imagen cuantas veces lo necesitara. Recuperar este desconcierto cuando quisiera sin necesidad de elaborar recuerdos que recuerden
recuerdos. Lo único que debe quedarme es la memoria de esos momentos cuando fui
interminablemente feliz y sentía que no me importaba nada más. Exactamente como
ahora que cada día conserva aún la huella del primero, que cada día conserva aún
la huella del primero