jueves, mayo 31, 2007

31 de Mayo del 2007

Hoy acaba el mes, es el último día del mes de mayo, y ya se que es el último día que vivo en este mayo del 2007.
Se va como ha venido: sin orgullo. Como queriéndose caer de un calendario, ya sin sentido. Sin hacer ruido porque ya se sabe que mayo es silencioso.
Plantado, aquí en las 6:20 horas de este 31 de mayo de 2007 he mirado hacia atrás y hacia delante y la verdad es que no he visto gran cosa que me saque de mi tristeza.
A caso Mi vecino cerrando rápidamente la puerta del ascensor para que no coincidamos. Llevamos mas de quince años viviendo juntos y aún no se ha enterado que yo bajo andando porque a esa hora de la mañana no puedo soportar los olores de su colonia (que dicen que es tan varonil) y saludándome tan hipócritamente haciéndose el encontradizo cuando llegamos al portal. Es entrañable, a veces me dan ganas de tirarlo por la ventana, sobre todo cuando descubrí que me cortaba el cable de la antena parabólica, pero bueno eso es otra historia
Juan Luís acomoda la fruta en los cajones que ordena en la aceras y como siempre le saca lustre a las manzanas mientras canta suavemente esperando a sus primeros clientes. .El color de la calle estalla entre fragancias de fruta y verdura recién recogidas.
Coquetamente, el maniquí de la vieja corsetería, (aún no reconvertida en boutique por falta de descendencia de Paquita y Roberto), hoy mal vestida de encajes blancos y con unas pestañas largas me guiña un ojo, desde ese destierro al que le someten por pudor, que es detrás de los viejos estantes de las cintas de bordar
Pepe el quiosquero manteniendo la conversación en voz cada vez mas alta (interrumpida solamente por el saludo sin muchas ganas que me dedica mientras espera que saque el billete de la cartera para comprar el periódico) con el portero del edificio de enfrente sobre cuantos Abc o Mundo tiene para él. Es una conversación en la que siempre interviene Antonio el ciego de la ONCE que le manda los cupones. Siempre es la misma discusión; A Pepe no le gusta mezclar sus negocios de prensa con los juegos de azar. A esa hora de la mañana no tiene mucho humor y por eso no se ríe aunque la gente se empeña en contarle chistes sobre su equipo de fútbol.
El olor a flores recién cortadas impregna el callejón donde Araceli pinta de colores la mañana cuando abre su floristería y Antonio, como siempre compra la rosa a su madre. Es tan temprano para un hijo tan mayor.
El saludo puntual de Julio en las mañanas antes de entrar en el aparcamiento. Su mano levantada y la otra con el trapo limpiando las sillas mientras que con la mirada controla a los mismos clientes que dejan sus coches aparcados en doble fila
El portero del aparcamiento con el periódico abierto por cualquier parte recitándome las noticias rápidamente ¿Tan rápido como tarda el ascensor en llegar a la segunda planta? Para después descubrir que se las inventa para así facilitar los días.
Llegar al coche y comprobar que estoy hecho un hacha por lo bien que aparco entre la moto y el coche del vecino y que la moto solo ralle mi coche es de premio. Después de muchas maniobras y de una orquesta de pitidos (por el sensor de aparcamiento) consigo sacar los casi 5 metros de vehículo y entonces salgo del aparcamiento dirigiéndome a mi trabajo que está a unos 15 km de mi casa y donde Ricardo me espera impaciente con la pipa en la clandestinidad de mi despacho para comenzar el día
Luego la rutina de las clases desburrando a alumnos que parece no interesarle mucho la historia, pero que me dan vida para enfrentarme a su desgana continuamente con historias que la mayoría de las veces representamos en clase, como la batalla entre moros y cristianos (Ay perdón, por herir sensibilidades, ¡pero que carajo estoy en mi pagina)que hicimos el otro día invadiendo la clase de Eduardo que miraba atónito la invasión de su taller de tecnología, pero es que pasaba por allí el territorio a conquistar por mis huestes (después se quejó, con toda la razón, a la dirección)
A caso algunos niños jugando de paso para sus casas, parándose en la panadería e Isabel dándole un trozo de pan o una chuchearía como antes hacia Teresa (La dueña, a la que saludo efusivamente cada vez que la veo arrastrada en su silla de ruedas por la sudamericana de turno y esa cara de felicidad inmensa con la que me mira, desde su infarto).
El olor a adobos del Sancho de regreso a casa a la hora de almorzar
A caso el ver a Elena cuando entro en casa y sentir en mis labios los suyos tan llenos de amor y el roce en las cabezas de mis hijos antes de sentarnos a comer, sabiendo que hoy es el último 31 de mayo de 2007 de nuestras vidas.

martes, mayo 29, 2007

Canción del aniversario:

Después de tanto tiempo
Como el que ha pasado
Aun puedo ver a los niños
Jugando en la playa
Con sus palas en la arena.
Ellos van a por más agua
Para mantener sus castillos.
Quizás nosotros no fuimos
Por demasiada agua,
Pero eso ahora no importa.
Aun puedo ver las conchas
Cayendo por sus manos
O persiguiéndose
Alrededor de una duna
Mientras nosotros seguíamos
El rastro de una nubecilla.
Aun puedo recordar
Que por las noches
Bebíamos ron mallorquín
Mientras los niños se acostaban.
Cuando ellos se dormían
Nos hacíamos el amor.
Por las mañanas la cama
Se llenaba de niños...
De esto que te hablo,
Tú sabes mejor que yo,
Que han pasado
Al menos catorce años.
Ahora los niños son mayores
Y han olvidado hacer castillos,
A ti no te gusta bañarte
Y yo cada día envejezco más
Y aunque trato de disimularlo
Ya tengo canas en la barba.

viernes, mayo 25, 2007

La Conversación Pendiente

Es como un bodegón de acuarelas
de un atardecer ya avanzado,
cuando los rayos del sol atraviesan
las cortinas de encajes
y las sombras difuminan la habitación.
Estamos sentados y bebemos nuestro café,
apoltronados en nuestra indiferencia,
como las conchas sobre la playa.
Puedes oír el rugido del océano
en la conversación pendiente,
y los lamentos superficiales
son las fronteras de nuestras vidas.

Tú lees tu Emily Dickinson
y yo mi Robert Frost,
y señalamos las páginas con marcadores
que miden lo que hemos perdido.
Como un poema pobremente escrito,
somos versos sin ritmo,
pareados que no riman,
en un compás entrecortado.
Y la conversacion pendiente
y los lamentos superficiales
son las fronteras de nuestras vidas.

Sí, hablamos de cosas que importan,
con las palabras que deben decirse:
"¿Merece la pena el psicoanálisis?"
"¿Está el teatro realmente muerto?"
La habitación se ha desdibujado suavemente
y sólo beso su sombra.
No puedo sentir su mano:
ahora es una extraña para mí,
perdida en una conversación pendiente
y los lamentos superficiales
son las fronteras de nuestras vidas.
P.Simon 1966

caramba cuantos años

lunes, mayo 21, 2007

Pentimento

La antigua pintura al óleo, al correr del tiempo, en ocasiones, pasa a ser transparente. Cuando esto sucede, es posible, en algunos cuadros, ver los trazos originales: Aparecerá un árbol a través del vestido una mujer, un niño abre paso a un perro, un barco grande ya no se ve en un mar abierto. A esto se le llama “pentimento” porque el pintor se “arrepintió”, cambió de idea. Quizás también sea correcto decir que la primitiva concepción reemplazada por una preferencia posterior, es una manera de ver y luego ver una vez más.
Lilian Hellman (1905-1984),

martes, mayo 01, 2007

Llevo unos días...

Llevo unos días que ya no se como vivir. Miro a mí alrededor y solo veo a madres cruzando las calles, con sus hijos de las manos. A señores mayores que a duras penas caminan un trecho seguido, sin mucho interés, por el ecuatoriano de turno. A gorrillas ayudando, con gestos tan grandilocuente, como vacíos, a aparcar el coche en un lugar imposible.
El limpiabotas sigue lustrando los zapatos, con sus manos sucias por el betún, a la misma vez que encienden el cigarrillo con la colilla de otro que aun no han acabado. Mientras en la barra de esta cafetería dos conocidos fanfarronean de la noche anterior, (que a juzgar por sus ojos pasaron en la más triste de la soledad) a la vez que de soslayo un cura sin su cleriman, arquea los ojos, que levanta del periódico, que lee sin mucho interés.
En un acto reflejo todos miramos por la cristalera al oír los repetidos pitidos impacientes de un coche que quiere salir...
Y otra vez volvemos a la rutina...

Oigo canciones y se me derrumban las lágrimas, tristes, sin saber muy bien por qué, y no distingo las ternuras del alma, y cuando alguien me cuenta algo de relieve, no soy capaz de entender nada, como siempre hacía. Todo en mi es desinterés, indiferencia, despreocupación, abandono.
No debería venirme abajo, a veces me necesito, aunque sea para ver tu risa loca, volcándose en todo que nos rodea, para oler el azahar que en tu pelo se impregna, para tocar tu piel. Tu piel, que viaje...