jueves, mayo 27, 2010

*Besos brujos I (Escrito desde la inexperiencia)




Debra Hurd

































Ella sabia que para bailar se necesita, solamente, amar la vida, porque el tango es vida. Una vida que dura tres minutos escasos. Lo descubrió esa aburrida tarde de lluvia sentada frente a la televisión. Sintió ese placer infinito que suponía bailarlo. Más tarde percibió las alegrías que permanecían en su alma tras una noche de milonga. Ahora eran el entusiasmo y las ganas de volver a sentirse mujer. Sus hombros se desnudaron más sutilmente y su escote se acentuó revelando más hermoso el nacimiento de sus pechos. Era la magia del tango la que le acarició el oído dándole vida y haciéndola elegante. La que le permitió sentirse bella cuando hacía la pisada o el intento, erótica cuando el abrazo y la demarcación.
Ahora estaba allí. En ese punto alto desde donde veía ese tiempo sin ritmo que había sido su vida. Había sido un camino duro: La academia dos veces por semana, las clases particulares y las idas y venidas a las milongas donde podía dejar a su hija correteando entre los participantes. Y así dos años seguidos. Se había entregado de tal manera que olvidó muchas cosas. Pero ahora no miraba, ya, al antes, había descubierto que, nada de atrás le enriquecía tanto como ese futuro que se le abría delante. Ese futuro que tenia mucho que ver con “…ahora salgo del 2. Entro al 8 atrás con una parada y hago una mordida saliendo del 8 por delante…” y nada con aciagas tardes pueblerinas llenas de aburrimientos y bostezos del alma, de entradas nocturnas algunos sábados y todos sin besos que recibir.
Londres tenía un encanto especial esa semana. Mayo le daba un aspecto aun más espectacular. A pesar de la nube volcánica el sol brillaba en un cielo increíblemente despejado y todo incitaba a salir a la calle, donde un torrente de luz y color transfería una explosión de sensaciones.
Dentro de dos horas Alberto pasaría a buscarla para ir al duodécimo Festival Internacional de Tango en Londres. Estarían en los alrededores de la pista escudriñando, nerviosos todos los gestos de las parejas. Pero eso era dentro de dos horas, ahora, aún podía meterse en el baño caliente que se había preparado para calmarse. Se desnudo despacio, arrojando la ropa descuidadamente al suelo y, reconociéndose en el espejo, se metió en el agua cubriendo todo el cuerpo y la cabeza. Siempre le había gustado esa inmersión que concluía cuando oía su corazón retumbando. Entonces emergía con violencia de entre el agua arrojando una gran cantidad al suelo en el vaivén.
Flotaba en el agua como flotaba el recuerdo de la noche anterior cuando después de la cena y de las botellas de Lambrusco tomó a Alberto a las puertas de su habitación en un abrazo que impedía que la luz mortecina del pasillo atravesara sus cuerpos. Ella no se engancho, simplemente se acomodó fundiéndose de tal modo que se sintió una No se anticipaba y no se sujetaba cuando él se separaba a tomar fuerza y, como buena bailarina milonguera, no se apartaba ni lo desestabilizaba. Buscaba su mensaje en el pecho. Lo mejor de su situación era que ya no se detenía a especular sobre lo que estaba haciendo. Solamente sentía. Redescubría su cuerpo a cada instante sin sonrojarse y sin preocuparse de no reconocerse en esa situación.
Su vida era como un tango. Por eso esperaba para lanzarse a que la música estuviera al comienzo de una estrofa. Sabía que era el paso más firme y desde allí podía espaciar los movimientos aprovechando las pausas para recuperar su espacio vital y volver sin urgencias a pisar en esos tiempos fuertes y no meterse en los contratiempos sino al comienzo del compás. En esos dos años, había aprendido, que la entrega era suavidad, querencia. Era distensión. Pero hacia tiempo que ya no dejaba hacer al hombre en su vida. Era, ahora, ella quien marcaba. Quien elegía y sobre todo quien poseía y arrojaba de su vida con la misma premura que siempre utilizaron con ella o alargando la relación como se alarga la cuerda de la guitarra en espera de cualquier impulso para vibrar. Había transformado su vida en un tango. Pero sobre todo ahora era feliz
El espejo de la enorme habitación del London Paddington Hotel envuelto en el vaho no podía reflejaba su felicidad, pero cuando ella pasó la mano para limpiarlo vio como sonreía desde lo mas profundo de su alma. Era ella, satisfecha y en espera del comienzo del compás para volver a meterse esa noche de nuevo en el baile como colofón a su estancia en el festival Internacional de Tango en Londres. Pero quizás eso era lo que menos le interesaba ahora.



* Es el nombre de un tango que hizo famoso Libertad Lamarque. Esta compuesto por Alfredo Malerba / Rodolfo Sciammarella