viernes, junio 06, 2008

Acabados

Monet le jardin at Argenteuil





Ella yacía tumbada en la hamaca, rodeada de jazmines que trepaban sobre lavandas, Al fondo, por entre las altas adelfas perennifolias, y las azaleas agrupadas en inflorescencias muy vistosas, que se encontraban al lado de grandes racimos de hibiscos, se reparaba sin mucha dificultad en el tallo floral que sostenía, con demasiado orgullo, seis flores formadas por grandes sépalos de color amarillo anaranjados y de tres pétalos de color azul intenso del ave del paraíso. Las Buganvillas de decenas de tonalidades, se mecían con la brisa que corría por el jardín. Las jacarandas azuladas hacían más hermosa la mañana
Allí estaba ella, disfrutando del tibio sol de la mañana que se filtraba por entre las viejas ramas del magnolio. La mañana se disponía a perfumarse, a medida que el rocío se iba cayendo por sus hojas (en su caída levantaba un rumor a segundos que pasaban calladamente) y el sonido de los pájaros, en el aire aromatizado y en las ramas de los árboles del jardín la traía una y otra vez de ese sitio tan lejano que no compartía desde hacia ya tiempo.
A su lado él leía el periódico apurando el último sorbo de un café que ya debería estar frío. De vez en cuando la miraba con tristeza por encima de las hojas del periódico. Pero ella no lo advertía y sólo distinguía las hojas que le ceñían circundándole sus aciagos pensamientos.
La claridad fisgoneaba cada vez más en el laberinto…
Dobló el periódico. Desnudó, lánguidamente, su triste mirada de las gafas y depositando ambos objetos, con delicadeza en la mesa de madera, se incorporo de su sillón. Respiró fuertemente la esencia enredada en la brisa y mirándola le susurró muy despacio, como si quisiera no perder ninguna letra de las que pronunciara
- No te pierdas en una montaña de sentimientos.¿Cuántas personas han amado y no han sido amadas? ¿Cuántas personas han sido traicionadas por sentimientos y equívocos, por trampantojos absurdos y a veces inverosímiles? La vida no merece ser escrita por personas que han perdido trenes o que los han tomado en una estación equivocada. La vida merece ser escrita por los que la viven y eso son hombres y mujeres, felices de ser felices.
Ella cayó en el silencio ignorando sus palabras, mientras en sus ojos afloraban dos menudencias de lágrimas que ni siquiera trató de enjuagarse Y volvió a ese impresionante mapamundi en donde las jacarandas tintaban los océanos. Los magnolios daban formas a las cadenas montañosas. El blanco, de las nieves perpetuas, los prestaban los acantos, el azahar y los gladiolos. Las acequias rebosantes encarnaban todos los ríos de la Tierra. Y el burdeo oscuro de la tapia del jardín era el crepúsculo en el que titilaban con su blancura las macetas colgadas