sábado, febrero 20, 2010

He hecho un intermedio en mis pedazos rotos del alma porque me gusta la aventura de Rebeca en su blog http://unapartedelmundo.blogspot.com/ (también conocido por “Cosas que nunca te dije”) y espero que vayáis al sitio,

( "Un contrato sobre el escritorio")Intermedio en Pedazos rotos del alma, para hacer los debereres para Rebeca

Siempre le había molestado llegar tarde. Y hoy llegaba tarde. Y además sin remedio.

El coche bloqueando la salida de aparcamiento, los pitidos irreverentes e incomprensibles le estaban dando dolor de cabeza. A su lado su hija hablaba con voz monótona y relativamente baja. Tan baja que se perdía en el ruido irritante de las bocinas destemplada de los conductores desesperados.

Cuando por fin pudo salir, después de un tiempo que le pareció una eternidad dilatadísima se encontró con que ya no llegaba a tiempo y que no le esperarían. ¿Cómo iban a esperar a una persona que no era capaz de llegar puntual? Para colmo de males comenzó a llover. Al principio lentamente y a medida que avanzaban los escasos metros por las calles lo hacia con mas intensidad. Hasta que en un momento la violencia del agua era tal que le impedía continuar de forma segura. Pero allí era donde él se crecía; Esas situaciones que sacaban de él su lado mas animal. Ese lado que abrían sus pupilas desmesuradamente y cabían en ella todo el mundo con sus calles Sus oídos se afinaban y el caer de una aguja al suelo le hacia volver la cabeza. Y perdía por entero el carácter sereno que siempre tenia y su irascibilidad al volante le convertían en un autentico peligro. Pero en ese momento no cambió nada en él. Seguía pensando en que llegaba tarde. Su hija al lado le hablaba con un hilo de voz incapaz de que él lo percibiera.

Miró su reloj de muñeca y volvió a repetir por quincuagésima vez, en esa mañana, el gesto incrédulo de ratificar la hora en el reloj del coche cuando pasó por el poste publicitario que marcaba las horas y la temperatura. No podía creerlo pero le había arrebatado cinco minutos a las tres últimas calles antes de desembocar en la gran avenida que estaba vacía, a esas horas. Le faltaban algunas calles para llegar al destino. El destino que esa mañana podría cambiar su vida y la de los suyos

En el asiento de al lado su hija le miraba a la cara tratando que él le escuchara, pero su voz seguía siendo tristemente silenciosa angustiosamente muda.

Cuando pasó, maldiciendo, por delante de la puerta del edificio, descubrió con gran pesar que el parking quedaba en el otro lado de la avenida y que llegar a él le iba a retrasar, de no tomar de inmediato la determinación de dar un volantazo y cruzar la mediana de forma resuelta. Miro a todos los lados que pudo y de nuevo repitió el gesto incrédulo de ratificar la hora. Aun podía llegar a tiempo. Adelantó, temerariamente, a otro vehiculo para meterse el primero en el parking. Bajo la ventanilla velozmente y saco la mano para retirar el recibo y un sudor frío le corrió por la espalda cuando leyó en el neón la palabra “completo” en un flash que iba y venia como las agujas que se clavaban en su cabeza. Las dos llevaban el mismo ritmo irse y venirse. Ya no podía hacer nada.

Siempre le había molestado llegar tarde. Y hoy llegaba tarde. Y a demás sin remedio.

Su vida ya no podría cambiar porque ellos no le esperarían en esos escasos doscientos metros que separaban su coche del despacho en donde cambiaria su vida.

Miró al lado y se encontró con la cara pecosa de su hija, Observó que entre los matojos de su pelo zanahoria había un hilillo blanco que salía de sus orejas. Estiró su mano para acariciarle la cabeza en ese actitud tierna de siempre y le quitó el auricular que estaba dentro de su oído.
-¡Qué susto papa¡
- ¿Por qué hijita?
- Llevas desde que salimos de casa sin oírme.
- Y ¿qué me decías?
De repente vio que se apagaba el letrero luminoso y avanzó rápidamente convirtiendo la voz de su hija en un sonido sin sentido.
Le llevo un buen tiempo encontrar la plaza libre, mientras mirar con el rabillo del ojo la consola central donde el reloj marcaba las 11 de la mañana y sonaban unos pitidos anunciándolas.
No le dio tiempo a cerrar el coche cuando apretaba con insistencia todas las flechas de la botonadura del ascensor y su hija se le acercaba con las llaves en las manos y en la cara una mueca de desconfiada.
Al cerrarse la puerta del elevador aprovecho que su cuerpo pasaba al lado del de su hija y se aproximo cogiéndole la cara entre sus manos, como tantas veces hacia, y le beso.
Papa ya está bien atiéndeme¡ Resonó en el silencio que se había instaurado entre los dos desde que esa mañana salieran rápidamente de casa
- Si hijita ya te puedo atender como mi princesa se merece.
- Llevo todo el camino preguntándote
- Hijita lo siento, ya se que te tenia que prestar atención pero es que ya sabes que no me gusta llegar tarde y esta cita es muy importante no solo para mi, también para todos nosotros.
- De eso quería hablarte papa.

Sonó un Pin Pin y la puerta se abrió lentamente dejando ver un gran vestíbulo donde en unas de sus paredes laterales estaban escritas con letras de oro “Producto Pecas S.L. “., Pero ante su asombro no vio a nadie. Estaba vacío. Miro con aspaviento de izquierda a derecha y comprobó con angustia que no había nadie. Miro a su hija
-…Rafael Candau, presidente de Producto Peca pasó anoche por casa y te dejo sobre el escritorio un contrato para que lo firmaras.
Miró su reloj en un tic grotesco y miró a su hija de nuevo
- Y ¿por qué no me has dicho nada?
- Desde que salimos de casa te lo estoy intentando decir….
-¿Pero por qué no me has cortado?
-Papa ¡cómo eres¡ Antes de meterme en el coche te decía que era domingo


- ¿Domingo? Se sentó riéndose en el suelo y repitiendo con la voz cada vez más quebrantada ¿Domingo?.......