miércoles, octubre 14, 2009

Tiempo de silencio y felicidad










Richard Gallo and His Dog at Petit Gennevilliers
Gustave Caillebotte
Edelweiss es una flor blanca y también es una leyenda de amor pero cuando ya ha pasado todo este tiempo su significado no puede ser otro que el de escríbeme. Y durante todo este tiempo el viento me ha perseguido gritándome Edelweiss, Edelweiss, Edelweiss.

Hace ya mucho tiempo que no paso por aquí. Demasiado, quizás... No ha sido intencionadamente, no sabría cómo (Los días van devorando a los días repletos de trabajo, de cansancio El tiempo se estira y desaparece). Hay tantos acentos distintos y perdidos en mis oídos y tantas geografías lejanas e impronunciables en mis retinas que a veces siento como un viento furioso sopla a rachas llena de rabia las palabras traídas del verano y ya del otoño. Pero son tópicos telúricos que bien se recogerían en una guía turística y no en este sitio. No. Seguro que no en este sitio.

En este tiempo de silencio he sabido vivir y eso me ha dado paz. Vivir de verdad es saber disfrutar de cada momento en plenitud y yo lo he hecho.
He bajado a minas subterráneas, subido a montañas que ni siquiera sabia que existían Andado por barrios vacíos y rotos y por calles llenas y rehechas. Con Sol y con lluvia. Al paso me han salido mil historias de personas escritas en piedras que la guerra hirió y a veces redujo a pedazos perdidos.
Me he arrodillado en pequeñas capillas llenas de sombras para orar en el silencio que solo la soledad sabe conservar y paseado por ruidosas naves catedralicias de ocho a doce y de cuatro a siete.
Me han embaucado las columnas en trampantojo de una humilde iglesia en la que con una guitarra un violín y las sencillas voces de un coro de no mas de 15 niños y niñas me he sentido mas cerca de Dios que nunca en mi vida.
He sido feliz en un beso mientras la lluvia aplastaba el polvo del suelo y le hacia rezumar un olor espeso.
Que raro suenan Simon and Garfunkel en un ruidoso tren mientras me bebía las hojas de la incompleta Suite francesa de Irène Némirovsky . De reojo, a lo lejos, las Tatras sureñas contemplaban nuestro lento pasar camino de alguna parte
Detrás de una mirada he sido feliz mientras oía el impetuoso descorche una botella de riesling del Mosela, y me explicaban que las uvas se recogen en invierno, heladas, y se conservan congeladas en la variedad Eiswein.
He estado satisfecho mientras intercambiaba la bigos y los pierogi en un Bar mleczny, perdido en un triste callejón, lleno de flores de colores con Elena, al tiempo que reíamos con cualquier ocurrencia.
El sol me ha despertado antes de meterme en la cama y durante un tiempo no he visto a la luna
He sabido vivir y eso me da paz. He sabido disfrutar de cada momento en plenitud
He querido contarlo, desde entonces, no una. Han sido mas de cien las tardes que venia a recostarme en esta baranda pero he descubierto que no hay registrado nada memorable ni atrapante para otro que no sea yo.

Volveré. Seguro estoy que volveré. Pero no con mis viajes de esta última estación.
Volveré con mis mujeres despechadas con mis parejas tristes e incomunicadas.
O a lo mejor no. Igual el tiempo me ha cambiado y me ha hecho ver la vida de otra forma. Que se yo.